sábado, 18 de septiembre de 2010

13

Había conocido a esa persona antes de que ella me conociera a mí, en algún viaje hacia algún lugar. Eso era lo más probable. Sí, lo más probable era que yo la hubiese conocido, de un modo intencionalmente casual, en algún día de otoño. Aunque también podría haber sido en verano.
Tranquilamente la conversación pudo haber empezado con un: Discúlpeme, tiene hora? Y pudo haber terminado en cosas innombrables. O quizá nunca terminó.
Pero todo era tan absurdo como el amor a primera vista en invierno, como haberse enamorado dos veces... al mismo tiempo. Así que preferí que me conociera antes que yo.
Había conocido a esa persona hacía poco más de... unos cuantos años, así que cuando se acercó con aire de desconocido, preferí fingir no conocerlo. Yo no reconozco a la gente, porque la gente no me reconoce a mí. Así que cuando se cruzó de vereda, yo me crucé también. Para ocasionar un perfecto desencuentro.
Y así fue.
Fueron trece cuadras, caminadas a un promedio de minuto y cuarto, minuto y medio cada una. Caminadas en zig zag. De vereda, a vereda.
De cuadra con numeración par, a cuadra con numeración impar.
El minuto y cuarto, minuto y medio se redujo a minuto, casi con una paranoia enfermante.
Fue uno de esos momentos en que 1.300 metros aparentan ser más que nunca 130.000 centímetros.
Creo que hasta se me hizo divertido.
Hasta que me puse a pensar... ¿Qué pasa si doblo en la próxima esquina?
Y así fue.
Doblé en la decimotercera esquina.
Qué increíble, no?
Yo doblé en la decimotercera esquina izquierda, y él en la decimotercera esquina derecha.
Por lo tanto aunque éramos conocidos, y no nos habíamos reconocido, y en parte éramos un tanto perseguidos, o lo que sea que fuere algo por el estilo, fingimos hacernos los desentendidos, porque el hecho de tener que volver a hacerse conocido, o para peor, hacerse el entendido, es TAN agobiante... Y más cuando es otoño, o cuando es verano... O cuando te caminaste 13 cuadras, o peor! 1.300 metros, y ni hablar de cuando se trata de 1.300 metros que aparentan más que nunca ser 130.000 centímetros...
Después de doblar en la decimotercera esquina, se me hizo más fácil no conocerme con los conocidos.

08 de Agosto del 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario